sábado, 9 de junio de 2012

A ver si la luna me da de comer

La luna estaba cadavérica, en cuarto creciente, transida de nubes plateadas y negras: una escena fantasmagórica. Las olas llegaban ruidosamente a la playa, mientras aquel hombre empujaba su pequeño bote de madera hacia el mar. Dejó un pequeño surco en la arena y, cuando el agua le llegaba a las rodillas, saltó dentro. Desplegó los remos y bogó mar adentro (traqueteo de las olas). Al poco apareció un gran carguero en el horizonte y el hombre se apresuró. Los músculos de todo el cuerpo se tensaban y destensaban cada vez más rápido. ¡Debía llegar a tiempo! De la cubierta del carguero, unos hombres lanzaron unos diez fardos al agua y el gran barco se alejaba. Entonces, empezó a vislumbrar a los demás.Varias decenas de botes, parecidos al suyo, se lanzaban a la carrera para apresar uno de los fardos. Aquel hombre sudaba, apretaba los dientes, tiraba con más fuerza de los remos... ¡Debía llegar a tiempo! Un esfuerzo más, otro... cerró los ojos reconcentrando todas sus energías... y topó con otra barca. Se miraron, entonces aquel hombre vio a tres metros uno de los fardos. Pero no se percató del otro marinero que había levantado un remo y lo dejaba caer sobre su cabeza.
Lo encontró al amanecer una patrullera de la Guardia Civil. Le preguntaron qué le había ocurrido y, si había visto algún barco sospechoso de contrabando. "No", respondió aquel hombre, "salí a contemplar la luna, a ver si me daba de comer".

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